Arturo Pérez-Reverte es uno de esos personajes que caen bien o mal, pero no suele dejar indiferente. No sé si eso es bueno o malo, pero a mi al menos me gusta, aunque en ocasiones no coincida con sus opiniones.
Este domingo aparecía publicado en XlSemanal, revista del grupo Vocento, un artículo de Arturo Pérez-Reverte en su columna Patente de Corso, en el que trata el tema de los libros de texto, pero no en la vertiente habitual hablando del tema del precio, sino centrándose en su calidad, o mejor dicho en su falta de calidad.
Todo lleva mucho dibujito, mucha estampita, mucho colorín. Como envoltorio. Y dentro, unos textos escritos con desgana, sin criterio. Superficiales y sin sentido.
Es verdad que hoy los libros son mucho más bonitos que aquellos con los que estudiamos nosotros, pero seguramente no le falta razón a Pérez-Reverte en lo que comenta, aunque probablemente el problema tanto como en los libros pueda estar en unas leyes de educación que cambian cada dos por tres coincidiendo con los cambios en los que ostentan el poder en ese momento.
¿Cómo es posible que en todos estos años de democracia, con dos partidos alternándose en el poder, no se haya llegado a un pacto de Estado en materia de Educación? ¿Que cada intento de consenso nacional se haya abortado por la vileza política, la cobardía moral, la foto en prensa y el telediario? ¿Que todavía, en este país desmemoriado, absurdo y ruin, haya tontos que sostengan, sin despeinarse, que la actual generación es la más culta y mejor formada de nuestra historia?
Concluye Pérez-Reverte refiriéndose a la mercantilización en la que también se ha caído en el tema educativo, en los intereses económicos que son los que priman a la hora de tomar decisiones. Es triste, pero creo que muchos tenemos la sensación de que a los que gobiernan les importan más las ideas políticas de los unos y de los otros que los chavales que hoy están estudiando.
¿Quieren saber mi conclusión, con esos libros en la mano? ¿Lo que pienso al considerar que el conocimiento se renueva cada década, pero nuestros textos escolares cambian de año en año?... Pues que a ciertos editores y a quienes eligen esos libros para sus alumnos les importa un carajo la calidad. Todo es banalidad y nada es cultura. Para beneficio, naturalmente, de oportunistas y de golfos. De la educación se ha hecho ideología; y de la ideología, negocio. Vivimos un presente absurdo, sin pasado ni futuro: hemos rebajado la calidad de la enseñanza, y cada comunidad, cada colegio, cada taifa, hace lo que quiere.
Supongo que en breve se nos intentará convencer con la cantinela del paso de los libros en papel a los libros electrónicos, pero a uno le queda la sensación de que lo único que va a suceder es que se van digitalizar libros para seguir haciendo lo que hasta ahora, con prácticamente los mismos protagonistas, intentando mantener el mismo negocio y posiblemente los mismos márgenes, pero en vez de papel lo veremos en la pantalla.
¿Interesará a los editores, a los libreros, o incluso a los propios colegios que haya cambios? ¿Tiene algún sentido crear y hacer comprar libros cada año? ¿Alguien se cree que hay motivos para renovar un libro de matemáticas cada poco tiempo?
Dejando a un lado el sentido económico no encuentro ningún otro.
Los tiempos están cambiando, cada vez más profesores comparten sus unidades didácticas, sus apuntes, sus ejercicios, su trabajo en el aula incluso, así que lo lógico sería que el coste por libro debiera ser mucho más bajo que el que hoy tiene, incluso tendiendo a cero en las versiones digitales.
Una última pregunta: ¿Algo impide que el libro de texto que se utilice en las aulas no pueda ser uno creado por un conjunto de profesores que ha decidido compartir su trabajo?
La libertad de pensamiento, la información capacitada, no.
ResponderEliminarNos dan información pero nos incapacitan (dentro del sistema educativo)
Sacad conclusión de vosotros mismos, de usted mismo.