Hoy vamos a imaginar una historia...
Un día varias personas, malas, deciden cometer un robo. Nadie sabe quién ha sido. La policía investiga pero no encuentra a los culpables, sólo sabe que viven en un determinado pueblo pero no tiene pruebas de quién ha podido realizar ese robo. Al responsable policial se le ocurre un método para descubrirlo: Detendrán a todas las personas de ese pueblo, los meterán en la cárcel y sólo saldrán si los responsables del robo deciden confesar su delito. Y lo hacen. Detienen a todos los habitantes de ese pueblo. Algunos se quejan porque les parece injusto, otros callan quizás por miedo a señalar a los verdaderos culpables que por cierto no confiesan puesto que no creen que contar la verdad les vaya a suponer una mejora en sus actuales condiciones. Un mes después, cumplido el castigo, todos salen libres.
Algún tiempo después vuelve a cometerse un delito, y de nuevo no se sabe quién ha podido ser. La policía vuelve a detener a todo un grupo entre los que deben estar los verdaderos culpables. Ahora ya ni los propios inocentes se quejan del injusto trato puesto que piensan que no servirá de nada...
Esta historia viene a cuento porque, aunque supongo que no será demasiado diferente a lo que ha sucedido en otros cursos, este año estoy escuchando en muchas ocasiones, tantas que ha terminado llamándome la atención, el que, en los colegios principalmente, se castigue a todo un grupo de alumnos por lo que hayan hecho mal uno o varios compañeros.
Cuando el tema lo comentan los chavales lo hacen como si fuera la cosa más normal y como algo que ya tienen muy asumido.
Van sólo unos cuantos ejemplos que he ido escuchado últimamente:
Un extintor que se abre, manchándolo todo, con ayuda de alguien, claro. El director del centro monta en cólera y amenaza a todo un grupo de 1º de Bachillerato con un castigo ejemplar y obligar a pagar los desperfectos si no aparece el culpable último.
Una silla de profesor que aparece, casualmente, impregnada de pegamento. Se castiga a todo un grupo entre los que presuntamente debe estar el o la culpable del hecho.
Sólo cinco de treinta alumnos llevan los deberes de matemáticas a clase. La profesora se enfada y decide dejar sin recreo a toda la clase por ser poco trabajadores. Cuando uno de los que sí ha trabajado se queja además de las críticas de los compañeros (o todos o ninguno castigado) la profesora le dice que no va a cambiar su postura.
Desaparece el borrador y varios rotuladores de una clase. Tras la charla del profesor, castigo para todos. Semana sin recreo.
Y ahora voy con otra historia, ésta muy cercana. El pasado año una de mis hijas que en ese momento tenía 6 años pasaba de educación infantil a primaria con todos los cambios de metodología, profesor, etc. que eso supone. Siempre había acudido encantada al colegio pero, durante los primeros días, cuando le preguntábamos qué tal en el colegio, invariablemente respondía:
- El colegio bien, la profesora mal.
Así un día tras otro hasta que muy alegre un día salió diciendo:
- Por fin se ha dado cuenta de que lo que hay que hacer es castigar al que lo hace mal y no a toda la clase.
Sólo tenía seis años, pero tenía muy claro que hasta ese momento se estaba cometiendo una injusticia por la que ella tenía que pagar sin ningún motivo. A partir de entonces todo comenzó a ir sobre ruedas. Esa profesora acertó cuando rectificó y además hizo mucho bien.
Desde bien pequeños, los niños y los chavales son muy conscientes de que se están cometiendo injusticias a su alrededor. Si somos capaces de poner remedio en un momento dado y se soluciona, todo irá bien. En caso contrario se estará fomentando el que asuman como justo y normal algo que no lo es. Luego nos quejaremos de cómo anda la sociedad, pero... ¿quién forma la sociedad?
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