En unos momentos en que el sistema educativo se mide (y aún se va a medir más en un futuro) mediante determinadas pruebas externas (léase PAU o futuras reválidas) conviene plantearse realmente cómo se debe dar clase a los alumnos. ¿Debemos asumir nuevas metodologías que, a pesar de entroncar con la posibilidad de tener éxito en las pruebas que deberán pasar nuestros alumnos, son las que pensamos que son más beneficiosas para un completo desarrollo educativo (a nivel de adquisición de competencias de diferentes tipos) de nuestros alumnos? O, quizás, por el bien de los chavales que se van a ver obligados a establecer una competencia continua mediante pruebas, ¿debemos prepararles para que saquen las máximas calificaciones en las mismas?Son buenas preguntas para empezar y es posible que dependiendo desde dónde las respondamos nos vayamos a un extremo u otro.
Inicialmente me inclinaría a pensar que se debe apostar por nuevas metodologías que intenten preparar del mejor modo posible a los chavales para lo que se van a encontrar en el futuro. Porque ¿tiene sentido que tengan que seguir estudiando cosas de memoria cuando a un golpe de clic de ratón tienen muchísima más información de la que jamás se habría pensado?, ¿tiene sentido seguir enseñando igual que se hacía hace veinte años para chavales que tendrán que desarrollar sus competencias dentro de veinte años?
Pero por otra parte, ¿qué piensan al respecto la mayoría de las familias, o incluso los alumnos? ¿No nos fijamos principalmente en la calificación sin dar importancia al resto (trabajo, actitud, interés...)? ¿Qué es lo que más valoran la mayoría de los profesores, el trabajo diario, el trabajo voluntario, la actitud en clase o la nota del examen de evaluación?
Dice Jordi que si se analizan con detenimiento los resultados de estas pruebas seguramente las mejores calificaciones se dan en alumnos con un método de aprendizaje muy enfocado a las mismas, y posiblemente no le falte razón.
A mí, en la academia me sucede exactamente esto. Me gustaría poder enseñarles otras cosas, y de hecho lo intento, siempre intento mostrar el lado divertido de las matemáticas, intento hacer que piensen y razonen, pero tampoco me puedo engañar, cuando un alumno llega a mí, lo que busca, él y su familia, es aprobar el próximo examen o recuperar la evaluación suspendida y ese es su único objetivo. Y si yo quiero seguir comiendo necesito que lo consiga.
Por desgracia, los profesores, aunque no lo parezca, trabajan bajo una presión importante, los resultados también son necesarios, todos los colegios quieren tener los mejores resultados posibles pero mucho me temo que cuando se utiliza la palabra resultados nos fijamos única y principalmente en el dato numérico. Nos movemos de una forma corto-placista, pensando demasiado en el hoy y dejando el mañana muy lejos.
Voy a generalizar, y evidentemente toda generalización es injusta, pero la gran mayoría de los profesores siguen evaluando en base a unos exámenes, a unas pruebas que se hacen en un día concreto y en las que se mide a los alumnos sin tener en cuenta multitud de factores que hay alrededor. He escuchado muchas veces eso de que se tendrá en cuenta el trabajo pero seguimos teniendo la sensación, y probablemente no es equivocada, de que al final lo que cuenta es la nota de ese examen.