Este pasado sábado se representaba en el Auditorio del Centro Cultural Isabel de Farnesio de Aranjuez la obra Todas hieren y una mata, la primera comedia de capa y espada escrita en el siglo XXI.
Dice el proverbio latino que las horas son flechas, todas hieren y la última mata... Y eso es lo que nos propone esta comedia barroca escrita en verso con una dama lectora por un lado, y un joven y apuesto galán y un maduro corregidor por otro que rivalizarán por su favor (y por su amor). Viajes de ida y vuelta entre el siglo de oro (o no tanto) y el día de hoy, viajes entre la aurora y el alba.
Una obra para reflexionar sobre el paso del tiempo, el amor, el deseo, la libertad de la mujer y todo aderezado con mucho humor, con música y por las carcajadas del público.
La obra no deja de ser un sentido homenaje al teatro clásico de nuestro siglo de oro y a nuestra cultura pero con unos toques y aderezos que lo hacen plenamente actual. Y así el público pasará de estar en un aula escuchando con más o menos interés a su profesora de lengua y literatura a la cazuela donde las mujeres disfrutaban de las comedias en los famosos corrales mientras atisbaban los que sucedía tras ciertas celosías.
Una obra para disfrutar, para entender mejor a nuestros clásicos, y que personalmente me parece sumamente pedagógica para alumnos de secundaria. De hecho es posible descargar una guía didáctica de la obra que servirá para entender mejor todos los entresijos de la historia.
Muchas felicidades a actores, actrices, al autor, Álvaro Tato, y al director, Yayo Cáceres por hacernos disfrutar y enseñarnos que los tiempos no han cambiando tanto.
Como único aspecto negativo de la representación del sábado, un par de detalles, esas personas que a mitad de obra se levantan de su asiento y se van... Y esas otras personas, que pese a que en la entrada indica claramente que una vez comenzado el espectáculo ya no se podrá entrar en el auditorio son capaces de llegar media hora tarde, y aún no contentos con ello son capaces de sacar el móvil (también llamado retablillo) y ponerse a hacer fotos. Tiene que ser realmente incómodo para actores y actrices (pero también para el resto del público) ver cómo se enciende una luz en la platea, como hay gente moviéndose... Una falta de respeto total y absoluta. Ahí lo dejo.
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