El Quijote es uno de mis libros preferidos. Recuerdo que lo leí por vez primera cuando debía tener 12 o 13 años en esas horas de la siesta en un verano. Leía por aquel entonces todo lo que caía en mis manos y sentí curiosidad por ese libro grande, con las tapas rojas que se llenaba de polvo en el mueble del salón y que estaba allí desde siempre.
Al abrirlo me sorprendieron las ilustraciones pero más aún la historia que allí encontré. Supongo que iba un poco predispuesto pensando que ese tocho debía ser lo más aburrido que había parido madre, pero superando la lógica dificultad de enfrentarme a un "lenguaje extraño", lo cierto es que terminó cautivándome. Ese verano me leí la primera parte de El Quijote.
Algún año más tarde en el instituto nos dijeron que había que leerse la primera parte, yo la tenía relativamente reciente y me la leí tal y como nos habían pedido pero seguí también con la segunda parte por mi cuenta. Fue mi primera lectura completa del Quijote.
Otro verano, ya varios años después, llegó la segunda lectura. Distinta, supongo que disfrutándola más y entendiendo mejor muchas otras cosas. La última lectura es bastante cercana en el tiempo y coincidió con la conmemoración del IV Centenario de la primera edición del Quijote, allá por el año 2004, aunque ahora que lo pienso debería ir siendo hora de volver a hacer una nueva lectura en la que, como siempre, volveré a descubrir cosas nuevas.
Esta tarde toda la familia, peques incluidas, hemos estado en el Teatro Pavón. Ron Lalá representaba
En un lugar del Quijote. ¿Y ha merecido la pena? ¡Vaya, si lo merece!
La adaptación que han hecho los chicos de
Ron Lalá es cercana, actual y por supuesto cargada de música en directo y un humor inteligente que en ellos no puede faltar. Abundan los guiños a la actualidad, con esos libros que hay que quemar o con ese discurso "político" de Sancho como gobernador de Barataria. Escenas en verso, pareados o redondillas que sin embargo no chirrían en estos tiempos de Whatsapp, Ipad y demás.
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Después del grandísimo éxito cosechado el año pasado con su
Folía supongo que tanto para ellos como para el público las expectativas eran altas. Es difícil superar lo que seguramente ha sido o había sido su mejor trabajo hasta ahora pero... sí, yo creo que sí.
En un lugar del Quijote es una obra distinta, no son para nada obras comparables pese a ciertas similitudes. Es este un proyecto ambicioso, pues como bien explica el director,
Yayo Cáceres:
Enfrentarse a un montaje de El Quijote será siempre hacer pie sólo En un lugar del Quijote y, a partir de ahí, pelear contra los molinos de viento. Enfrentarse a, quizás, la mejor novela de la Literatura Universal y además hacer de ella un montaje teatral es, de por sí, una batalla perdida. Usted podría pensar entonces: ¿y para qué lo van a hacer?, y nosotros responderemos: porque hacer teatro es eso, batallar de manera constante contra molinos, aceptar como norma que siempre es perfectible el artefacto y como un Sísifo levantar la piedra otra vez sabiendo que invariablemente se caerá para ponernos frente a frente con la dificultad de hacer del teatro algo vivo.
Y sin embargo creo que Ron Lalá sale más que airoso del envite. Para todos los que disfrutamos con su Folía creo que este Quijote es un paso adelante de la compañía. La obra no tiene ese ritmo vertiginoso de la Folía, es más pausada, con más silencios, pero también más poética, enormemente plástica y creo que en todos los actores,
Juan Cañas,
Dani Rovalher,
Álvaro Tato,
Miguel Magdalena e
Iñigo Echevarría, se ve, como decía antes, un crecimiento que demuestra que en este último año están un peldaño más arriba.
¿Y las niñas, qué? Adriana (4 años y medio) es demasiado pequeña, pero aún así no se le escaparon detalles, como las ovejas que confundía Don Quijote con los ejércitos que venían hacia él, Celia (7 años) reconocía que había cosas que no había entendido pero salía encantada (es una ronlalera que se conoce a los actores y se sabe las canciones) y señalaba las similitudes que había visto con la Folía, por cierto que según ella
Dani Rovalher bordaba el Gang Bang Style subido a su asno, mientras que Paula (10 años) mientras volvíamos en el tren nos iba sorprendiendo con todo lo que ella había captado en la obra, con sus críticas, que por supuesto también las había, nos hablaba de los espacios en el teatro, del vestuario..., pero supongo que lo mejor será dejarla que cuente por aquí sus impresiones ella misma en los próximos días.
Dicen los ronlaleros que querían intentar que la gente saliera del teatro con la sensación de que se habían leído el Quijote, o lo que sería mejor aún con ganas de leerlo o releerlo. Pues bien, ha sido llegar a casa y Paula se ha cogido "Mi primer Quijote". ¿Es buena señal, no?
Había leído hace unos días algunas críticas en el sentido de que no se podía esperar demasiado de una obra "para todos los públicos". Pues nada más lejos de la realidad, no es una obra fácil, pero Ron Lalá consigue que llegue y eso es mucho. Puedo decir que al acabar la obra me acerqué al director, Yayo, y le felicité no sólo por la obra, sino también porque Ron Lalá había conseguido que el patio de butacas estuviera completo y puedo asegurar que uno, que aún no llega a los cuarenta, estaba bastante por encima de la media de edad de los asistentes y eso, evidentemente, es una muy buena noticia para el mundo del teatro.
Nadie lo sabrá nunca, pero estoy convencido de que
El Quijote que ha parido Ron Lalá hubiera hecho disfrutar al propio Cervantes. Gema me decía que "
una obra así sólo podía salir de las manos y la cabeza de alguien que quiere mucho al Quijote", y ese era Álvaro Tato, seguramente no le falta razón.