Ya han pasado algunos días del esperpento (hecho grotesco o desatinado) que protagonizó el PP en el parlamento el día de la votación de la convalidación del real decreto de la reforma laboral y del ridículo que hicieron después hablando primero de una conspiración informática y después de un pucherazo cuando lo único que está demostrado es que un diputado del PP se equivocó al darle al botoncito, diciendo sí cuando le habían dicho que dijera no.
Recordemos que esta reforma estaba pactada entre sindicatos y empresarios y aún aceptando que ni los unos ni los otros representen a la mayoría de trabajadores y empleadores de este país, se me sigue escapando el por qué del voto en contra del PP.
Creo que el PP lo tenía muy fácil, y más aún cuando todo el mundo coincide que esta reforma laboral apenas si tocaba algunos aspectos de la reforma de 2012. Qué sencillo habría sido vender la reforma como una victoria propia, y sin embargo las cabezas pensantes (aunque dudo que las haya) del PP se empeñaron en venderla como contraria a la suya cuando simplemente tenía sutiles modificaciones. Si pensamos en estrategia política no me cabe ninguna duda que haber salido desde el principio diciendo que la apoyaban de forma entusiasta porque era suya, a quién habrían creado un problemón habría sido al PSOE y a sus socios de UP, de hecho no sé a quién de los dos le habría hecho más daño.
Sólo se me ocurre que el PP pensara que apoyando al PSOE algunos de sus votantes decidieran apostar por VOX por considerar que PP y PSOE eran lo mismo, pero en el hipotético caso de ser este el motivo no sería más que la constatación más evidente de que quién marca los pasos del PP es VOX, lo cual a tenor de lo visto es bastante más que plausible.
En fin, tampoco nos engañemos. Nada de todo esto nos tendría que sorprender si pensamos que Casado y García Egea son las cabezas visibles del PP, y es que ¿se podría esperar algo sensato de ellos? Con un poco de suerte el PP se puede pegar un batacazo en Castilla y León este fin de semana y...
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