Esta mañana me enteraba a través de las redes sociales del fallecimiento de Pablo.
Conocí en persona a Pablo en Miranda de Ebro, en una carrera que organizaba Qanzio. En las pruebas de marcha nórdica no solíamos juntarnos muchos, así que prácticamente todo el mundo se conoce. Lo que ya no es tan habitual es que el ganador venga a saludar a las niñas que han participado en la prueba nada más terminar, que les pregunte cómo les ha ido, que les anime a seguir o que se haga una foto con ellas...
Volvimos a coincidir unos días después en Cartagena, en la carrera de Piri, y mientras Pablo calentaba con Faustino daba consejos a Paula, cada vez que se cruzaban en el circuito había una palabra de ánimo por su parte, que se lo tomara con calma, que bebiera mucho, continuos ánimos, palabras de aliento..., buena persona, cercana y siempre de frente. Ese era Pablo.
Tras la prueba de Aranjuez del 2017 nos cruzamos bastantes mensajes, y él, de vez en cuando, dejaba comentarios en el blog de marcha nórdica y siempre me mandaba un Whatsapp para ver si lo había visto :) Estuvimos hablando largo y tendido antes y después de la prueba, le dije que me interesaba mucho conocer su visión, no que me dijera todas las cosas buenas que tenía la prueba, me interesaba mucho más conocer las cosas en las que habíamos fallado, las cosas en las que había que mejorar..., nadie mejor que los protagonistas de la prueba para dar su opinión. Lo que más me sorprendió fue cuando me dijo que era la primera vez que desde la organización de una prueba le pedían su opinión... Jamás desde la federación se habían dirigido a él para preguntarle nada, y Pablo era el mejor, con diferencia. Cuando días después le mandé un mensaje felicitándole por haber quedado campeón de España, me dio las gracias y me preguntó por la familia, ese era Pablo. Un tipo sencillo, cercano y amable.
Pero Pablo tenía un gran problema, era franco, impulsivo y directo, posiblemente a veces, muchas veces, se excedía. Estoy seguro que no había nunca mala intención por su parte, decía las cosas a la cara, muy claras, te gustara o no, y a veces, como todos, metía la pata y veía ataques contra él o contra los suyos donde no los había. Todo se lo tomaba como afrenta personal.
Fui testigo directo de como un compañero le rechazaba el saludo tras una carrera, recuerdo que me acerqué y le dije: "Este tío es tonto". El me respondió: "Sí, lo es. Mucho." Posiblemente hoy ese tipo esté diciendo por ahí lo mucho que le apreciaba y le respetaba, a lo mejor si lee estas líneas se arrepiente de lo que hizo aquel día en Cartagena.
Descansa en paz, Pablo.
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